Tony Espinal
No soy dado a la lisonja o alabanza y mucho menos a rendir culto a la personalidad, como se dice comúnmente. Sin embargo, cuando observo en este medio social subdesarrollado donde abundan y predominan los excesos de restricciones y obstáculos para progresar y avanzar. Y, por otro lado, la carencia de sensibilidad, comprensión y empatía como valores fundamentales en las relaciones humanas.
No obstante, cuando conozco a una persona solidaria, colaboradora y afable con sus iguales, esto es, que reconoce los sentimientos y las debilidades de los demás, y que, al mismo tiempo, es capaz de asumir sacrificios, si fuere necesario, para satisfacer las necesidades de otros.
En efecto, entonces, es oportuno que en uno nazca o germine una reacción proactiva y dinámica de emulación y estímulo a ese gesto de entrega noble y de generosidad en favor de los desprovistos de los medios mínimos e indispensables para sobrevivir en esta sociedad injusta e indigna.
De ahí, que es pertinente o adecuado hacer alusión y resaltar, sin ambages ni rodeos, las cualidades humanas y compasivas que adornan y engalanan a la distinguida ciudadana Altagracia González.
Altagracia González, tan pronto llegó a Santiago, empezó a exhibir la generosidad y el desapegos de sus bienes materiales. Pues bien, para mí, estos son valores solidarios que personifican y componen la reciedumbre de una mujer sensible que es capaz de despojarse de lo suyo para ser entregado a otros y otras sin esperar recompensa.
A propósito de lo dicho, Altagracia González, tiene por costumbre visitar todas las instituciones de Estado en Santiago con el objetivo de resolver problemas comunitarios. De ahí, que comenzó a exteriorizarse su conducta humanitaria y piadosa a favor de los desposeídos y despojados de la fortuna. En ese sentido, recuerdo lo que me decía una encargada de la estación de CORAASAN en Cienfuegos.
La aludida funcionaria me reveló que “Altagracia González, viene diario con dos y tres personas deudores del servicio de agua potable para que se le rebaje el 50 por ciento de las deudas y ella, Altagracia González, por supuesto, asumir el otro 50 por ciento. Altagracia, siempre decía que esas personas son muy humildes y que ningún ser humano puede vivir sin agua. Efectivamente, CORAASAN no tenía otra alternativa que de entrar en razón y acceder al reclamo”, puntualizó.
“Así pues, recuerda la ejecutiva de CORAASAN que: “Altagracia González vino en una ocasión a resolverle la deuda de agua a una madre de familia que llegó a la oficina de CORAASAN con dos niños; uno cargado en su pecho, que lloraba incesantemente, y otro enganchado y sujetado de la falda de la madre y que también lloraba. El rostro de esa madre y de los niños revelaba hambre y miseria. Era una escena lamentable y desgarradora “, expresó.
Aún más, como es bien sabido, la pobreza en nuestros barrios es perpetua. Así es, cotidianamente, se presentan demandas de recursos para resolver problemas puntuales y estrictos que no hay forma de evitar y evadir. Asimismo, las mayorías nacionales no cuentan con los recursos económicos para enfrentar satisfactoriamente las dificultades e inconvenientes vitales del diario vivir.
Todavía más, insisto, las condiciones de vida, de pobreza extrema, acarrean múltiples complicaciones de salubridad. Esto implica, en otros términos, mayores enfermedades. Por tanto, muchos se ven obligados a acudir donde Altagracia, en busca de que les faciliten la compra de la receta médica para, en definitiva, solucionar las contrariedades de salud que les afectan.
Además, ocurre con frecuencia, cuando fallece un habitante de la comunidad, la adquisición del ataúd constituye un dolor de cabeza económico para los familiares. El mismo es solicitado a Altagracia González. La cual, aprueba ipso facto. También, asiste a dar el pésame a los parientes.
Por consiguiente, Altagracia González, actúa como receptáculo de las carencias económicas de la población indigente. En otros términos, está convertida en recipiente de rayos y relámpagos de las urgencias económicas de los comunitarios.
A fin de cuentas, concluimos, de modo reiterativo, sin el más mínimo equívoco, de que, Altagracia González, se ha convertido en la panacea y remedio de los problemas económicos de la comunidad de Santiago Oeste.
Estimo que la solidaridad y protección que reciben los ciudadanos de Santiago Oeste, han convertido a Altagracia González, en una mujer de prestigio y líder propositiva de la comunidad. Porque no solo ven en ella el afecto y su sentimiento compasivo y bueno, sino, que también observan a una persona que tiene conciencia de su compromiso social.
“Siempre que exista la solidaridad, existirá alguien necesitado y alguien que pueda cubrir esas necesidades”.