Hoy se cumplen 125 años del ajusticiamiento de Lilis. El último tirano del siglo 19 de la República Dominicana. Con su muerte de 9 balazos se cumplió la expresión bíblica de que “ el que a hierro mata, a hierro muere“.
Por Hipólito Martínez
Hoy 26 de julio se cumple el 125 aniversario de la muerte del tirano Ulises Hereaux , conocido como el presidente Lilis, magnicidio ocurrido a las 2 de la tarde de aquel imborrable día de Santa Ana en la villa de Moca, en la casa del comerciante Jacobo De Lara, compadre y anfitrión del presidente, cuyo hijo, Jacobito, precisamente sería el primero en disparar contra el auto denominado, el pacificador de la república, cuyos restos como paradoja de la historia reposan en la catedral de Santiago de los Caballeros.
Lilis se involucró como patriota en las luchas políticas desde su natal Puerto Plata y terminó abatido por las balas de Jacobito De Lara , Ramón Caceres y Horacio Vásquez en la hoy conocida ciudad del viaducto Moca, como un verdadero villano de la historia Dominicana.
Si bien es cierto que Ulises Hereaux ( Lilis) formó parte como lugarteniente de Gregorio Luperón de las columnas restauradoras en los combates contra los intrusos españoles que mancillaron la soberanía nacional entre 1861 y 1865, no es menos cierto que Lilis probablemente haya sido el mandatario que más sangre haya derramado entre los compatriotas dominicanos.
El liderazgo político y militar del presidente Lilis se forjó derramando a lo largo de su trayectoria un charco de sangre asesinando, fusilando, ahorcando y desapareciendo a la mayoría de sus opositores y estableciendo un régimen de terror negador a todas luces de las libertades públicas de los dominicanos.
El historial sangriento de Lilis inició desde muy joven pues con apenas 21 años formó parte del pelotón de fusilamiento, junto al coronel Agustín Masago, que masacró la vida del derrocado presidente del primer gobierno restaurador, el patriota independentista y anti anexionista José Antonio Salcedo ( Pepillo), muerte cobarde ocurrida en Maimón, Puerto Plata el 5 de octubre del 1864.
El general Lilis siendo secretario del Interior, el equivalente a ministro de Policía del gobierno del Padre Fernando Arturo de Meriño, le correspondió cumplir con el contenido del tristemente célebre decreto de San Fernando, operación que pasó por las armas prácticamente a todos los opositores políticos del gobierno de monseñor Meriño.
Lilis estableció un sistema de caliesaje y orquestó una cacería salvaje contra los opositores del régimen dictatorial que encabezó. El expediente criminal de Lilis es sencillamente interminable, fusiló a muchos como a Eugenio de Marchena, expatrió por docenas incluyendo a su mentor, el general Gregorio Luperon, a Casimiro de Moya, a Cesario Guillermo y se la puso muy difícil al líder de los bolos Juan Isidro Jiménez.
Lilis construyó la cárcel la torre del homenaje para encerrar a sus opositores, dicho centro penitenciario se mantenía lleno de presos políticos, a muchos de los cuales fusilaba personalmente o presenciaba su fusilamiento con el regocijo macabro de un verdadero asesino y psicopata de la historia política nacional.
Una figura de la estirpe y la calaña del presidente Ulises Hereaux no podía morir cristianamente, en la paz del hogar y fue así como decidió recorrer el país para apaciguar los aprestos de protestas que asomaban en esos días. El 25 de julio de 1899 viajó en barco desde Santo Domingo a Sanchez, Samana y desde aquí en ferrocarril hasta la Vega y disfrutó de una velada la noche de este día en la casa de su compadre Jacobo de Lara, en Moca donde llegó a caballo, víctima de una lluvia de balas vengativas de tantas muertes que él había causado, gracias al complot que concibió y ejecutó el Mocano Horacio Vásquez.
Ese día se cumplió una vez más la expresión bíblica: “El que a hierro mata a hierro muere”.
Al reflexionar en este día 26 de julio, día de Santa Ana, como aquel memorable día del ajusticiamiento de Lilis, nos llega a la memoria un fragmento del himno nacional escrito, precisamente por otro puertoplateño de la historia el poeta Emilio Prud’Homme:
“Más Quisqueya la indomita y brava/ Siempre altiva la frente alzará/ Que si fuere mil veces esclava/ Otras tantas ser libre sabrá”.