Por: Asiaraf Serulle
“El respeto nos guía, el trabajo en equipo nos impulsa, el liderazgo nos define.”
Hemos venido publicando artículos con la intención de motivar a la juventud y a todos los ciudadanos a integrarse en la política y a trabajar de la mano para impulsar cambios significativos que impacten la vida de nuestra nación. Juntos podemos aprender que la política es una ciencia, que requiere comprender el rol de cada poder del Estado, y que el verdadero político es un servidor público cuyo objetivo fundamental es colaborar con el bienestar de cada ciudadano: trabajar para el pueblo, por el pueblo y con el pueblo.
Por eso, hoy queremos hablar sobre el Congreso de la República Dominicana: qué es, cuáles son sus funciones y obligaciones, y por qué su papel es clave para garantizar una representación auténtica y efectiva que impacte la vida de todos los ciudadanos.
El Congreso Nacional es el poder legislativo de la República Dominicana, integrado por el Senado y la Cámara de Diputados. Es la institución encargada de crear leyes, fiscalizar al Estado y representar los intereses de la ciudadanía.
El Congreso cumple tres roles fundamentales, según lo establece la Constitución de la República Dominicana (Artículos 93 al 98):
Legislar: Crear, modificar o derogar leyes que respondan a las necesidades reales del país, incluyendo movilidad, seguridad social, transparencia, competitividad, tecnología y empleo juvenil.
Representar: Ser la voz de la provincia y de la nación, escuchar, visitar comunidades, rendir cuentas y defender los intereses locales y nacionales sin protagonismos, pero con firmeza.
Fiscalizar: Supervisar cómo se ejecutan los contratos y presupuestos, investigar irregularidades y velar por un uso correcto de cada peso del contribuyente.
El Senado, es la cámara alta del Congreso Nacional, compuesta por un senador por cada provincia y el Distrito Nacional. Su función principal es representar territorialmente al país, legislar y revisar con mayor rigor las leyes que impactan a la nación. Además de representar territorialmente a las provincias, tiene responsabilidades exclusivas como la designación de altas autoridades, la revisión de contratos y tratados internacionales y la aprobación de proyectos de impacto nacional.
Es importante recordar que, aunque un senador es electo por una provincia, al juramentarse se convierte en senador de toda la República Dominicana. Su responsabilidad trasciende lo local: pasa a tener en sus manos decisiones que afectan a los más de 11 millones de dominicanos.
Por eso, el rol senatorial exige visión nacional, firmeza, sensibilidad, capacidad de diálogo y una comprensión profunda de las necesidades tanto de la provincia como del país.
Como ejemplo, podemos tomar a nuestra provincia, Santiago: motor económico, cultural y social de la nación, con un liderazgo empresarial, académico y artístico indiscutible. Sin embargo, a pesar de esa fortaleza, hoy no cuenta con una agenda legislativa clara y activa desde su representación en el Senado.
La provincia crece por su gente, por su empuje y por su creatividad. Pero ese esfuerzo no se traduce en políticas públicas, leyes modernas ni fiscalización efectiva, porque no existe un acompañamiento legislativo consistente.
No se trata de atacar a nadie; se trata de asumir una verdad evidente: Santiago no puede permitirse una representación pasiva, ausente o desconectada. Necesita una voz que entienda su ritmo, su historia y su futuro; que construya puentes, trabaje con los sectores productivos e impulse cambios reales en el Congreso.
El país requiere un Congreso que deje atrás agendas personales y debates superficiales. Necesitamos legisladores que entiendan la política como servicio, que escuchen a emprendedores, estudiantes, trabajadores y comunidades.
Hoy, Santiago necesita urgentemente una representación senatorial presente, cercana y activa, que se deje ver, que comparta y dialogue con sus ciudadanos, no solo en actos protocolarios o esporádicos.
La provincia merece alguien que no se desconecte de quienes le dieron su voto de confianza; alguien que comprenda sus necesidades, acompañe sus retos y promueva iniciativas que realmente transformen la vida de la gente. Santiago merece un liderazgo que represente a la provincia con dignidad, y al país con responsabilidad.
A los jóvenes de Santiago y de todo el país les digo: conozcan, estudien e investiguen el Congreso y el trabajo de sus legisladores. No se conformen con lo superficial ni se dejen llevar por dádivas, comidas, bebidas o cualquier regalo que intente comprar su voto. Su participación consciente es el primer paso para cambiar la política desde la base. Votar con información y criterio garantiza que quienes lleguen al Congreso trabajen de verdad por la gente, y no solo para beneficiarse de su cargo.
Solo así, ejerciendo ciudadanía responsable, podremos construir un país donde la voz de cada ciudadano sea escuchada y respetada.
Ese es el Congreso que necesitamos. Ese es el Congreso que debemos construir juntos.
Finalmente, este artículo es solo el primero de varios que estaremos publicando sobre el Congreso de la República Dominicana. La intención es acercar a los ciudadanos, especialmente a la juventud, al conocimiento profundo de su funcionamiento, sus responsabilidades y su impacto en la vida de todos. Los invitamos a estar atentos a los próximos textos, donde seguiremos analizando cómo exigir y construir una representación más cercana, efectiva y comprometida con la gente.
