Por Hipólito Martínez
El 29 de noviembre del año 1916 se inició formalmente el período histórico de los 8 años de la primera ocupación militar de Estados Unidos en República Dominicana, hecho que representó la peor dictadura política que ha padecido la nuestra nación, consecuencia inmediata de la combinación de tres elementos o factores internos y externos que dieron al traste con la soberanía nacional de la patria quisqueyana.
En 1916 estaba en pleno apogeo la política imperial expansionista de Estados Unidos como potencia mundial emergente, imponiendo su imperio, bajo la orientación de la doctrina Monroe a sangre y fuego en toda América Latina y de manera especial en los pueblos del caribe.
La diplomacia del garrote del tío Sam en nombre de la “ Democracia Modelo” se hizo sentir en contra de los patriotas dominicanos, reprimiendo todas las manifestaciones políticas, usurpando las tierras del campesinado, censurando las libertades ciudadanas, desarmando a la población civil y mancillando de la peor manera, la soberanía nacional y la dignidad humana de todos los que se opusieron por algún medio.
La dictadura Yanki en Santo Domingo se encargó de poner a prueba la Dominicanidad, una vez más en nuestra historia y el espíritu libertador de los trinitarios se manifestó con la fuerza imparable de una nación forjada en los avatares de los numerosos combates imperiales .
El bautizo de fuego, en cuanto a la afrentosa ocupación, se dio el 3 de julio, meses antes de formalizar la dictadura, cuando los patriotas de la Línea Noroeste, con los comandantes Carlito Daniel y Máximo Cabral que emboscaron en el cerro de la Barranquita en la provincia de los bellos atardeceres, a la columna de los marineros que desembarcaron por Monte Cristi.
La resistencia de los patriotas rurales y populares, llamados capciosamente “gavilleros” por los propagandistas del régimen invasor, constituyó una lucha sencillamente proverbial en defensa de sus tierras, su dignidad personal y el derecho a no ser humillados en la Patria que los vio nacer; se trató indudablemente de un episodio que describe un capítulo hermoso del heroísmo del pueblo Dominicano.
Las voces patrióticas , las consignas antiimperialistas, las cartas públicas y las proclamas denunciando la ignominia de la ocupación Americana en República Dominicana ante la comunidad internacional, fueron la expresión más elocuente del rechazo nacional a la intervención más oprobiosa de la Patria de Juan Pablo Duarte.
Cabe recordar que algunos historiadores sólo citan de forma complaciente, el inicio de la construcción de las grandes carreteras, la creación de la guardia nacional, la realización del primer censo de población, la fundación de la Junta Central Electoral y el desarrollo de la industria azucarera, por ejemplo, como elementos positivos de la gestión gubernamental de intervención; pretendiendo que se olvide el hecho de que todas esas acciones fueron ejecutadas para garantizar los intereses económicos y políticos de la potencia imperial. Hoy queda más claro que el agua, que dichas acciones desarrollistas jamás fueron en el ánimo de impulsar el avance integral de la nación Dominicana.
Las condiciones exigidas por EE UU para la desocupación, la elección presidencial de Horacio Vásquez y la posterior configuración, así como el apoyo brindado a la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, se encargan de presentar a grosso modo, la herencia nefasta directa del periodo de la primera dictadura militar norteamericana en la República Dominicana.
Si bien es cierto que la firmeza patriótica hizo parir la tercera República a partir del 12 de julio 1924, no menos cierto es, que el camino recorrido desde entonces, evidencia que la intervención económica y la manipulación política de EEUU en República Dominicana ha sido recurrente, permanente y grosera, intervención que todavía, a pesar de la tercera república y toda la evolución democrática que hemos vivido, sigue en pie, cada día con mayor fuerza y vigente la tutela económica que no comenzó con la ocupación del 1916, sino con la gestión anexionista de Buenaventura Báez, durante el tristemente célebre periodo de los 6 años, de 1868 a 1874.
A 108 años de la mal llamada ocupación militar de Estados Unidos en República Dominicana, los interventores se dan el lujo de mantener dominada económicamente a nuestra nación a tal punto que, ni siquiera, por lo menos en el gobierno de Luis Abinader, tienen un embajador que represente formalmente sus intereses.