Por: Yovanny Bierd
Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo, esta icónica canción del fenecido cantautor argentino Alberto Cortez, que desgraciadamente la recordamos cuando perdemos a un ser cercano y querido, a un verdadero amigo, en ésta ocasión, ésta joya musical, magistralmente interpretada por ése gigante universal, me ha tocado muy fuerte, tan fuerte, que ha destrozado parte de mi alma y ha partido en pedazos mi corazón.
Me resulta inverosímil aceptar que te hayas ido, Pedro José, mi congoja no asimila tu partida, mis lágrimas no me dejan ver más allá de aferrarme a la idea de no volver a verte más, a no estrechar tu mano, a no sentir ese fraternal y sincero abrazo que nos dábamos al encontrarnos, me duele el alma, porque me niego a creer que ya no disfrutaré más tus chistes que provocaban carcajadas y que ya no podré contagiarme de tu expresiva y espontánea sonrisa.
No, no y no, me rebelo ante la idea de no poder volver a compartir una copa de vino contigo, o unas cuantas cervezas o disfrutar de un encuentro familiar por motivo alguno o una excusa válida para juntarnos como se había hecho ya una costumbre entre nosotros.
Caramba, Pedro José, que ingrata es la vida, como nos separa sin permitirnos ni siquiera despedirnos, sin dejar decirnos tan siquiera adiós, que cruel es el destino, que a pesar de habernos juntado, de tener tantos y tantos bellos momentos, nos lleva de éste mundo sin pedir permiso y sin avisar. No es justo.
Vete en paz querido amigo y hermano, Dios tendrá un lugar privilegiado para ti en el cielo y algún día nos volveremos a encontrar, porque los hombres como tú, que pasaron por ésta vida sin hacer maldad, sin hacer daño, solo haciendo el bien sin mirar a quien, nunca mueren y siempre serán recordados, porque cargan con el cuerpo, pero no con el recuerdo y el recuerdo está contigo y sigues aquí y siempre estarás con nosotros.
Descansa en paz, Pedro José Rodríguez Frías, yo te extrañaré, tenlo por seguro, que te extrañaré y no pienso decirte adiós, solo puedo decirte… ¡¡Hasta luego, querido y apreciado hermano!!